jueves, julio 10, 2008

Cerrado por vacaciones


Hasta la vuelta.

Postal de Madrid (Thyssen)

Se está bien en los museos cuando hace calor. Como en las catedrales. Finalmente se acaba viendo lo mismo en ambos lugares: el tenaz inventario de cuantas obsesiones en el mundo han sido. Se sale a la luz en la galería Villanueva. Se llega a esos mármoles carnales de Rodin después de haber dejado atrás el recogido ámbito de las primitivas capillas italianas. Se respira entonces profundo en ese espacio, como aireando los rincones oscuros del pecho. Se toma asiento, haciendo el primer alto en los bancos sin respaldo. Se atisba por los vanos de las estancias una confusión hipnótica de colores.Viene de repente, en sentido contrario al de la visita, un monje. Alto y rubio. Poco más de treinta años. Descaradamente apuesto. Con hábito franciscano y sandalias de cuero. Paso rápido. Prestando apenas atención a lo que cuelga de las paredes. Lleva por encima de la frente, a modo de visera, unas modernas gafas de sol. La japonesa que contempla fervorosa el retrato del joven caballero de Vittore Carpaccio se vuelve. Una brisa imperceptible le acaba de rozar el hombro. Ve alejarse al monje. Es como la encarnación de un figurante. Con prisa por ganar la calle y unas lentes ahumadas para sobreponerse al sol después de muchos años.

lunes, julio 07, 2008

Postal de Madrid (Montera)

En el mismo paso de peatones donde aguardamos para cruzar hacia Montera, una mujer de escote generoso, falda muy corta, pechos desbordados y piernas que a duras penas tornea el alza de sus tacones, se despide de un viejo aseado con dos besos, uno por mejilla, como en la canción. Una propina de cariño después de un revolcón rápido y espurio. Él se va por Fuencarral. Ella cruza a nuestro lado. Vuelve a la calle. Escaparate sin cristal. Fuma. Quema el aliento del anciano. Todo transcurre en medio de la gente. De mucha y apresurada gente. Bajo el sol. Un sol que arde en seco. Me siento entonces ajeno a todo. Por encima de los ojos, sobre la pantalla que me cuelga por dentro a la altura de la frente y oyendo más nítidamente el arrastre del proyector que el tráfico de Gran Vía, veo una y otra vez el cuerpo algo repulsivo de la meretriz, la despedida altiva e impostada del viejo, el mundo desenfocado que rodea la escena. Durante un buen rato, este corto reportaje callejero percute reiteradamente su cotidianidad insulsa en mis sienes. Aún no sé por qué. Escribo por ponerle voz. Al llegar a Sol, mi hijo busca el kilómetro cero.

jueves, julio 03, 2008

Imágenes de un viaje

Dejábamos atrás, por debajo de ese mar de nubes, la mar hembra que muerde acantilados y alienta en el esfuezo la espuma de los días.


Mañana de domingo. El mundo parece de repente tan hermoso que dan ganas de contarlo y de pintarlo.


Qué sería de un jardín sin fuentes. Qué sería de un jardín trepador sin lluvias.


Algunas plazas son como las almohadas. Regazos tibios donde aguardar la noche.




Este sol de atardecer, que le da un calor suave a las piedras del teatro y alarga los días en sombra tibia, hubiera agostado la ambición de Macbeth. En Escocia, el frío confunde a menudo a los hombres y a sus mujeres.

En los veranos ardientes, de las bocas del metro llega un aliento que funde allá abajo hasta los mismos raíles por donde transita el deseo.





Cuando se viaja "a" y se renuncia al "hacia", conviene poner norte en algún faro, procurar que el cabotaje tenga por costa una luz en risco a la noche y un muelle blanco en el día.