miércoles, marzo 31, 2010

Un parque en la noche


Decía en la entrada anterior que de los viajes uno debe guardar sobre todo poso. Como tal, oscuro y estimulante, igual al de los cafés cargados, mi memoria custodia desde hace unos días la imagen de un cuadro descubierto en el Orsay. Se trata de un pastel de dimensiones reducidas, titulado Un parque en la noche, pintado a finales del XIX por Jozsef Rippl-Rónai, artista que está considerado padre del art nouveau húngaro. Ronái (1861-927) estudió pintura primero en Munich y obtuvo, posteriormente, una beca que le permitió mudarse a París. El descubrimiento de la obra de Gauguin le llevó a integrarse al grupo de los Nabis, surgiendo entonces una estrecha amistad con el escultor Maillol, al que retrata en una de sus más conocidas obras (también expuesta en el Orsay). La obra que a uno, sin embargo, más le cautivó fue este paisaje nocturno, sin figurante alguno. Una radiografía escueta de la noche donde se atisba sólo el destello de un farol de forja, que revolotea en medio de lo negro como una luciérnaga. Un negativo fotográfico que mira hacia dentro lo que sucede fuera. No en vano los Nabis prepararon el terreno a lo abstracto al entender el arte como la manera de expresar emociones más que realidades físicas. Ahí debe andar lo que me cautivó del cuadro, que alguna vez debió de sentir uno algo parecido a lo que movió a Rippl-Rónai a pintar este lienzo: la soledad inquietante de la noche y el amparo escaso pero irrenunciable de la luz.

martes, marzo 30, 2010

Por no molestar

Leyendo hoy un artículo de J. Ernesto Ayala-Dip (El arte de no molestar), he subrayado lo que sigue: “Hay en el arte del no molestar una elegancia entre ética y estética que no se aprende en ningún sitio. Contar tu vida a alguien cuando nadie te lo pide, por ejemplo, puede ser indicio de esa falta de elegancia.” Qué conveniente sería que se educara en el ejercicio de un arte tan delicado como útil. Sé de qué hablo. Adolezco más de lo que quisiera de falta de firmeza con la brida que debe gobernar lo que se dice, pero siendo consciente de ello y aplicándole, por tanto, penitencia a menudo al pecado, he ido porfiando en la mejora. Y hasta creo que estos dedos que aquí y allá se hacen tienen no poco que ver en la terapia. Porque escribiendo se piensa más despacio y mejor. Y se calla a tiempo. Y se dice con más precisión. Y hasta queda, como les sucede hoy al articulista citado y a quien lo cita, la posibilidad de resarcirnos con queja de lo que nos cuentan en demasía y se aguanta como se puede mientras dura el chaparrón. Porque la gente, en no pocas ocasiones, tal parece que hasta que no termina de relatar in extenso sus cosas no considera que les ha dado remate adecuado. Mismamente las vacaciones, que son en fechas como las presentes -a buen seguro que me darán la razón-, un relato más bien insufrible en boca de amigos y compañeros. Soy de la opinión de que de nada sirve el viaje si no deja poso por dentro y se convierte, por contra, en algo así como el boterío que se les cuelga a los coches de los recién casados: lastre ruidoso que agrede oídos. Tengan el buen gusto de no caer en la indiscreción de contar sus viajes si no les preguntan por ellos. Y aún entonces piensen que quizás el interés sea apenas cortesía y no curiosidad por el detalle. Vívanlos. Disfrútenlos. Y hagan de esas experiencias parte de su bagaje vital y cultural, lo que siempre permitirá introducir un apunte oportuno en las conversaciones sobre los lugares que se conocieron y las sensaciones con que nos enriquecieron. Si, en todo caso, les puede el prurito del decir, háganlo en renglones, que a ellos recurrimos los que sabiéndonos lenguaraces escribimos por no molestar. Y que los (nos) lea el que quiera.

viernes, marzo 19, 2010

The Blower´s Daughter (Damien Rice)




The Blower´s Daughter

And so it is
Just like you said it would be
Life goes easy on me
Most of the time
And so it is
The shorter story
No love, no glory
No hero in her sky

I can't take my eyes off of you
I can't take my eyes off you
I can't take my eyes off of you
I can't take my eyes off you
I can't take my eyes off you
I can't take my eyes...

And so it is
Just like you said it should be
We'll both forget the breeze
Most of the time
And so it is
The colder water
The blower's daughter
The pupil in denial

I can't take my eyes off of you
I can't take my eyes off you
I can't take my eyes off of you
I can't take my eyes off you
I can't take my eyes off you
I can't take my eyes...

Did I say that I loathe you?
Did I say that I want to
Leave it all behind?

I can't take my mind off of you
I can't take my mind off you
I can't take my mind off of you
I can't take my mind off you
I can't take my mind off you
I can't take my mind...
My mind...my mind...

'Til I find somebody new

viernes, marzo 12, 2010

Hermanamiento entre Toledo y Gijón

Ayer me enviaron una noticia vía email con un titular que rezaba así: "El PSOE municipal de Gijón apoya a Willy Toledo". A menudo, como según ahora parece sucedía con lo que contaba en sus libros el bueno de Kapuscinski, estas cosas del periodismo al cocer menguan bastante. Sin quitarle responsabilidad al grupo socialista del ayuntamiento de mi ciudad (no se puede tener como representación a según quien en según donde), lo que ha sucedido exactamente es que una concejala poco curiosa con lo que se le pone bajo la barba a la lectura, firmó una especie de soflama de barricada redactada desde Izquierda Unida por el Guevara playu (eso sí, una soflama, debe aclararse, pergeñada en los ratos de ocio y de vida muelle que el diabólico sistema criticado les procura también a los munícipes revolucionarios). Llegados a este punto, a uno le da que ha de ser tan vergonzoso para la concejala protagonista confesar que firmó el manifiesto sin leerlo, como sostenello y no enmendallo. Así que lo razonable sería que se la reciclase convenientemente. El PSOE se ha desmarcado del asunto según parece y como no podía ser de otro modo, por lo que no se ve ya en el horizonte de la publicidad turística local el lema que empezábamos a vislumbrar y temer. Algo así como que Willy no es de Toledo, que es de Gijón.

miércoles, marzo 10, 2010

Soberbia invidencia

Los soberbios suelen tachar de estúpidos a quienes rebaten sus criterios. Dan por seguro que no son de su misma opinión por manifestarse incapaces de comprender la, a su modo, sutil argumentación que la inspira. No reparan en que a veces es todo más sencillo: simplemente no la comparten.

lunes, marzo 08, 2010

Billy Budd

La fragata infernal, dirigida por Peter Ustinov, sobre la novela Billy Budd de Herman Melville, es una muy recomendable película. La acción transcurre a bordo del navío Indómito, de la Armada inglesa, en el verano de 1797, cuando habían comenzado a producirse algunos motines en las embarcaciones británicas a consecuencia de las nuevas ideas de la Revolución Francesa. El barco se dirige hacia el Mediterráneo con una tripulación escasa, que completa con el reclutamiento forzoso de algunos marineros del mercante Los derechos del hombre, entre ellos Billy Budd, un muchacho ingenuo al que interpreta Terence Stamp con pocos años y rostro de querubín. El suboficial John Claggart lo convierte en el blanco de su crueldad, acusándole incluso injustamente ante el capitán del peor de los delitos: amotinamiento. Budd, incapaz de articular ni una palabra en su defensa, empuja por desesperación a Claggart, que se golpee mortalmente contra la cubierta del barco. Aunque el capitán es testigo de la inocencia del marinero, debe aplicar las leyes de la mar y Billy es ajusticiado al anochecer. Peter Ustinov, conocido sobre todo por sus papeles de actor, fue escritor, guionista y llegó a dirigir algunas películas. Según parece, La fragata infernal es la mejor de ellas. Con la novela, Benjamin Britten también escribió una ópera estrenada en el Covent Garden de Londres en 1951. No es de extrañar, el asunto tiene épica, monólogos morales, destinos aciagos, hombres buenos, hombres justos y hombres malvados. Uno no acostumbra el género, pero intuye que el argumento le viene bien a la grandilocuencia operística. Billy Budd fue la última obra de Melville. Quedó guardada durante largo tiempo en una panera de hojalata y no se publicó hasta veinte años después de la muerte del escritor, ocurrida el 28 de diciembre de 1891. En sus últimos treinta años, el autor de Moby Dick fue un gris aduanero del Hudson. Su mujer ahorraba cuando podía algunos cuartos para que pudiera seguir coleccionando grabados marítimos. Eloy Sánchez Rosillo escribió sobre este período de la vida de Melville un hermoso poema, del que transcribo ahora algunos de sus versos.

Melville, en la aduana

Después de dieciocho largos años
de acudir día a día a esta oficina inevitable,
ya casi estoy conforme con mi extraño destino.
Hace ya mucho tiempo que nada he publicado.
y sólo en ocasiones, cuando siento necesidad de hablar conmigo mismo,
tomo la pluma y escribo algunos versos
a nadie destinados, pero que a mí me sirven
para no estar tan sólo en los helados páramos
de la vejez.
En ellos y en los libros
de algunos hombres que amo —sobre todo en las obras
de Willilan Shakespeare, tan sólo comparables
a la hermosura infinita de las azules aguas
que navegué en mi juventud—, hallo la compañía
que casi nunca tuve.
Y así, serenamente,
van pasando los días que sin pausa me acercan
al silencio y la paz de la esperada sombra.
Eloy Sánchez Rosillo

domingo, marzo 07, 2010

Sala de espera

Sala de espera. Un anciano solo. De tez muy pálida. Tan bajo que sentado casi no le llegan las piernas al suelo. Parece preocupado. Sinceramente preocupado. Apoya la barbilla en el bastón. Se le pierde a ratos la mirada. Del gabán extrae de vez en cuando una tarjeta hospitalaria con código de barras. La acerca al lector informático. Espera el resultado: localizar a quien acompaña en el laberinto de pasillos y consultorios del centro sanitario. Vuelve a su asiento. Cuida de un bolso de mujer. De su mujer.

martes, marzo 02, 2010

Sustrato

Los sueños tienen a menudo una sintaxis elemental y un estilo literario ramplón, pero se escriben sin pautas ni márgenes, con renglones tan torcidos como el capricho que nos gobierna cuando no somos sino lo que tememos.