martes, noviembre 30, 2010

Wikileaks

El desmedido afán por los inconfesables secretos de los camerinos se llevaba antaño con esmerada discreción. Ni más ni menos que como cualquier otra perversión de la que no resulta elegante vanagloriarse. Lo relevante era la obra teatral. Texto, interpretación, atrezzo y mensaje. De la malsana curiosidad de las bambalinas tan sólo daba cuenta la confidencia o el relato pícaro. Había, por tanto, para la materia el trato cuidado de lo que requiere media voz o especialización de estilo. Me refiero, claro, a gente cultivada. La que no lo estaba aireaba estos trapos como el resto de la colada, por patios y balcones. De un tiempo a esta parte, se ha ido asistiendo a la paulatina globalización del oreo ruin. La obra ya no es nada sino incorpora el acto supletorio del biombo transparente: a la vista del auditorio, la desnudez del elenco. Qué es sino este acopio en bruto de papeles.

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