jueves, noviembre 29, 2012

Paradiso en Le Monde

Foto de JM López

A la alegría que a uno le produce que a la gente que aprecia le vaya bien (Ricardo Menéndez Salmón publica en Francia la traducción de su penúltimo libro,  La lumière est plus ancienne que l'amour, en la editorial Jacqueline Chambon —no se pierdan, por cierto, su última obra publicada aquí hace apenas un par de meses, Medusa: de una precisión casi quirúrgica—), se une la de que Ricardo, además, cada vez que tiene ocasión, enseñe hacia fuera con orgullo esta pequeña ciudad donde vivimos y en la que aun quedan lugares tan entrañables y tan nuestros como la librería Paradiso.
"Le chef-d'oeuvre de Lezama Lima donne son nom à la meilleure librairie, et la plus aimée, de Gijón, dirigée depuis plus de trente ans, avec sagesse et honnêteté, par José Luis Álvarez et Chema Castañón. Aucun amoureux de la littérature ne peut manquer de visiter cette enceinte en forme de cube irrégulier, où l'on se sent comme dans sa propre bibliothèque. Un lieu où les livres sont vivants et la littérature célébrée comme elle le mérite: avec admiration, respect, enthousiasme, et en tête-à-tête."

miércoles, noviembre 28, 2012

A propósito de El texto digital


“La llegada de nuevos medios de transmisión, de nuevos canales de acceso y codificación de la información y del conocimiento conlleva un periodo de transición en que los modos tradicionales se defienden presentando a los nuevos modos como medios de barbarie, mecanismos de incultura. Así, cuando la escritura en la Grecia del siglo IV a. C. se convirtió, más allá de la conservación, en medio de creación y de difusión del conocimiento, se le atacó diciendo que hacía menos sabios a los hombres porque, al tener escrito el pensamiento, no hacía falta memorizarlo; Petrarca en el siglo XIV ironizará sobre ese deseo de acumular códices como imagen de sabio, como si por poseer códices uno fuera más inteligente; de ser así, los libreros serían los hombres más sabios del mundo; ya en el siglo XVI (y ahí ejemplos de autores como Lope de Vega) se multiplican las críticas de la falsa erudición que algunos demostraban citando de aquí y de allí sin orden ni concierto; y en el siglo XIX; fueron no pocas las voces que se alzaron contra la facilidad que todos tenían de escribir y de publicar un libro. Internet como un nuevo medio de acceso a la información, que nos la presenta de manera fragmentaria, con diversos niveles de acceso y de autoría muy variada (y autorizada) a un mismo nivel y con la rapidez tecnológica de acceder a enormes cantidades (que no calidades) de información a golpe de ratón, está construyendo nuevos modelos de pensamiento y de difusión. ¿Serán los jóvenes capaces de realizar discursos complejos, a los que nos ha tenido acostumbrado un modelo de educación del siglo XIX que ya está obsoleto? Internet, con su estructura hipertextual y la fragmentariedad como principio textual, no es el mejor medio para hacer perdurar este modelo textual, este modelo de pensamiento, que forma parte de la historia de nuestra cultura occidental. Pero Internet, como un nuevo medio, permite desarrollar nuevas destrezas que el texto impreso, que el libro tradicional, había desechado y que son propias de la oralidad: la interactividad, la elección de contenidos, la relación de los mismos… e incluso la memoria para así recordar los itinerarios de lectura digital que hemos realizado en cada momento. ¿Más tontos en la actualidad? Si atendemos a la realidad política y económica, no me cabe ninguna duda. Pero tampoco es Internet el culpable. Todo lo contrario.”

El nido del Silencio

 
Viajo de noche. No empieza a amanecer hasta que llego a Castañeras. Monto el trípode sobre el mirador de la playa. Fotografío la concha que forma la marea entre los grandes farallones de este rincón de costa. El color de la imagen está saturado de azules. Hay un cielo sucio. Espeso. Nublado. Aguardo a que se vaya aclarando, pero apenas si la luz del sol logra filtrar algún tono cálido. Hace frío. La pleamar rompe con fuerza. Y en el horizonte se adivinan difusamente los cantiles valdesanos. Bajo por el empinado acceso que lleva a la playa. Estoy solo. Me siento solo. Miro a mi alrededor y no veo a nadie. Ni por el camino hay vecinos. Ni en los pedreros, pescadores. Ni en las praderías próximas, campesinos. Ni en el bosque que queda a mis espaldas se escucha brega alguna. El único rastro real de gente está muy lejos. En una barca casi imperceptible que la luz de la mañana desvela a mucha distancia de la costa. Una barca inquietantemente pequeña en un océano tan violento. En esta soledad de fotógrafo madrugador y abrigado que busca en la frontera entre la noche y el día los trampantojos de la luz sobre el paisaje, se me despierta una angustia a la altura del pecho. Una suerte de sentimiento de abandono en medio de lo inaprensible. Como si me sintiera a merced de la voracidad de esta pleamar que retumba insoportablemente en la orilla. ¿Quién llamó a esta playa Silencio?, me pregunto aturdido por el estruendo de las piedras entrechocadas por las olas.


Cada vez que intento pisar la playa, una bofetada de espuma me devuelve sobre mis pasos. Allí abajo, además, los acantilados arrojan el eco intimidatorio de esos golpes de mar. Por momentos siento el deseo, más que irme, de huir. Un miedo irracional a que de entre esas olas venga una aún más alta y más violenta que me zarandee. Me ajusto el gorro de lana sobre los oídos. Amortiguo levemente el ruido, pero lo que no alivio es la soledad. La panorámica que abarco a mi alrededor con la mirada se me antoja enorme. Incomparablemente mayor que cualquiera de los encuadres que he fotografiado. El estrépito de la mar tampoco podría fijarlo de ningún modo. Tendría que grabar también el sobrecogimiento que me produce, y de eso no hay manera. ¿Quién le puso a esta playa Silencio? Tal vez quien se encontró junto al mar en bonanza del verano el nido fosilizado de un ave de otro tiempo, un tiempo remoto y definitivamente callado.


jueves, noviembre 22, 2012

Baltanás sobre los blogs

Ahora que se empieza a hablar de la crisis del blog, desplazado, según parece, por tuis y feisbus, a uno le parece una buena reflexión sobre el asunto esta que hace Enrique Baltanás en su blog Al margen de los días:
"No recuerdo dónde leí hace poco que el número de blogs, que hasta hace muy poco, aumentaba de modo exponencial, se había frenado considerablemente este último año. La causa: la creciente popularidad de las redes sociales. En Twitter o en FaceBook, basta con una frase, una línea, ni siquiera eso, basta con una imagen o un enlace. Nada que ver con la, casi, siempre más dificultosa y arriesgada elaboración de una entrada. Porque una entrada puede ser un artículo, una página de un diario, una glosa, un microrrelato, un breve ensayo… Y eso, como se sabe, ya no está al alcance de cualquiera. Así que los blogs se enfrentan a su primera crisis… de crecimiento. Pero no de identidad ni de naturaleza. No sólo porque blogs y redes sociales pueden estar interconectados, y de hecho lo están, sino porque el blog, quizá ya no tan mayoritario, conserva aquello de lo que quizá carezcan las redes, es decir, un cierto aire de profesionalidad, de continuidad, de persistencia. El blog, por otra parte, preserva la intimidad de su autor, su espacio personal, sin sumirlo en la corriente continua de las redes sociales, en la vorágine de sus constantes y cambiantes mensajes. La verdad es que entran ganas de decir, ¡El blog ha muerto! ¡Viva el blog!

Ramón Lobo: "Ya no te miden por lo que vales, sino por lo que cuestas"

Artículo imprescindible en Jot Down de Ramón Lobo (uno de los 129 damnificados por el ere de El País)::
"Lo llaman crisis de la industria periodística, culpan a Internet, a su gratuidad, al desplome publicitario, a los viejos de 50 años poco polivalentes. Nadie hace autocrítica. En la cúspide de los medios se instalaron los gerentes disfrazados. Se recorta en reporteros, viajes, información. Se afirma que las exclusivas están obsoletas por culpa de la Red. No hay paciencia ni dinero para proteger una historia, a un periodista que hace su trabajo, en lograr una primicia. El objetivo no son las noticias, jerarquizarlas, dar los contextos, la esencia del oficio; el objetivo es abaratar costes, recortar, recortar, recortar. Se recorta también en inteligencia ambiental. Pero nada y nadie me recortará el optimismo. No es una crisis del oficio, es solo falta de talento, de coraje. Es un virus mortal que se extiende a la política, a las instituciones internacionales, que impregna a los líderes. Vivimos bajo una grisura insoportable y sin alternativas. Algo debe ir mal cuando el icono incontestable, el modelo, es Nelson Mandela, que acaba de cumplir 94 años. Los periodistas-gerentes han arruinado el negocio porque nadie va a pagar por un corta y pega, por declaraciones vacuas, repetitivas, de dirigentes mediocres, de vendedores de champú que aparcaron ideas, valores y utopías. Sin periodistas no hay Periodismo. Sin Periodismo no hay ciudadanía, ni crítica, ni democracia. Tampoco habrá beneficios. Ganarán los Wert, los poca cosa, los nada."

domingo, noviembre 18, 2012

Un par de buenas películas


Casi media noche. Hace un rato que hemos vuelto del Teatro Jovellanos. Ayer vimos allí también otra película. Ambas del Festival de Cine. Las dos espléndidas. Duras. Hoy fue Epilogue. Israelí. A la entrada, en el Paseo de Begoña, había una concentración propalestina. Protestas contra los bombardeos de Gaza. El director del film, Amir Manor, se refirió en la presentación a esos manifestantes. Expresó su respeto y pidió, al tiempo, comprensión para un país en el que confía pronto gobierne una nueva generación, más dialogante, menos belicosa. Asistimos luego a la proyección. La historia de Hayuta y Berl, un matrimonio de ancianos israelitas que tras dedicar su juventud a luchar por un Estado social en su país, comprueban al final de sus vidas que ese sueño se ha quebrado cruelmente. Su único hijo vive emigrado en Nueva York. Ellos tienen enormes dificultades económicas. Viven en soledad. Cercados por las limitaciones de su edad, por su falta de recursos, por su fracaso ideológico. Película que arruga el corazón. Que deja escasas rendijas a la esperanza. El director aguardaba en el hall la salida de los espectadores. Lo vi de cerca. Muy joven. Extrañamente joven para una película que se pone de tal manera en la piel de dos ancianos —magistralmente  interpretados por Yosef Carmon y Rivka Gur—.
La de ayer fue La piedra de la paciencia. A su final aplaudimos con entusiasmo. Agradecíamos la visión de una película espléndida. Nacido en Kabul en 1962, el realizador y escritor Atiq Rahimi ha adaptado al cine la novela con la que consiguió el Premio Goncourt en 2008. Está basada en las vivencias de una mujer afgana que cuida a su marido, en coma por una bala alojada en la nuca tras una reyerta. A medida que los días transcurren, la protagonista, interpretada por una bellísima Golshifteh Farahani, le empieza a desvelar sus sentimientos al marido inconsciente. Sus revelaciones ganan con el tiempo hondura, sinceridad, crudeza. Ese cuerpo inerte, inexpresivo, casi muerto, se convierte en la piedra de la paciencia. En la mitología persa, esa piedra es mágica y a ella se le confían los sufrimientos, las miserias, lo que no nos atrevemos a revelar a los demás. La piedra escucha, absorbe como una esponja todas las palabras, todos los secretos, hasta que un buen día explota. Y ese día, uno queda liberado. Con esa leyenda por trasfondo, en la película se narra de modo admirable tanto la opresión de las mujeres en los países islámicos, como las turbulencias y la ruina de la guerra. Y se logra, además, con una dirección casi pictórica, ya que se tiene en ocasiones la impresión de que con algunos lentos encuadres interiores, magistralmente iluminados, las imágenes parecen querer llenar más un lienzo que una pantalla de proyección.

miércoles, noviembre 14, 2012

La huelga y el infierno

 
Amaneció un día espléndido. Se aviaba uno temprano con el buen ánimo que da el sol madrugador y la ilusión de la correría por el monte. Vino a ensuciarlo todo, sin embargo, la noticia en la radio de nuevos cierres patronales. Asusta esta desolación creciente. Cómo no expresar de algún modo —queja, huelga, manifestación— que la salida no puede seguir siendo el ahogo ad infinitum. ¿A cuántos de los que están sufriendo en carne propia lo más cruel de esta crisis se les puede encontrar algún pedazo de culpa en ella? Y sin embargo la están pagando de modo inversamente proporcional a su responsabilidad. No es demagogia. Es más bien la única certidumbre que a uno le cabe en estos tiempos duros. Así que esta huelga consistía en algo tan simple como un ejercicio de empatía: ponerse en la piel del que no puede dejar de trabajar un día porque ni tan siquiera tiene días ya de trabajo. En el camino apenas nos cruzamos tráfico. Infiesto parecía un pueblo fantasma. Camino de Espinaredo el bosque avistado mezclaba  a lo lejos, con un pulso casi impresionista, los más diversos amarillos, ocres y cinabrios. En La Pesanca lo tapizaba todo la hojarasca. El río bajaba con alegría. La tierra supuraba una humedad de liquen. Quizás hubiéramos debido volver a tiempo de unirnos a las marchas convocadas al final de la jornada, pero las horas transcurren con una clemencia desacostumbrada en determinados lugares: cuerpos encontradizos, mesas compartidas, páginas precisas, paisajes soberbios. La huelga nos había condenado finalmente al infierno. Al río Infierno.

lunes, noviembre 12, 2012

"Este periódico"

Debería haber leído la nota dominical que la empresa dirigió a los lectores. Me dio pereza. Conclusión: no soy de fiar, no le doy las mismas oportunidades a todas las argumentaciones —me puede el instinto—. Aunque quizás no sea para tanto. Últimamente soy capaz hasta de contenerme admirablemente por mucho que sea el hervor encrespado que a uno le asalte el pecho. Incluso hace un par de días respiré hondo y relajé casi enseguida la hipertensión reactiva al comentario de un conocido al que no se le ocurrió mejor apostilla a los problemas de El País que decir algo así como “este periódico va a terminar muy mal”. No me revolvió la víscera la predicción —quizás no le falte razón en ella—, sino la incorporación de un demostrativo que no indicaba proximidad afectiva sino meramente física, casi despectiva. Somos cómo nos expresamos y a veces podemos analizar sintácticamente nuestra crueldad. Si en esa frase se hubiera incluido un “nuestro” (“este periódico nuestro va a terminar muy mal”) todo hubiera sido mucho más razonable. En el distanciamiento elegido había, sin embargo, una frialdad forense, la autopsia de quien despedaza a un extraño con el que nunca lo ha cruzado la vida. “Este periódico” no era una gacetilla insustancial, ni un tabloide sensacionalista, ni un libelo de la caverna mediática, ni un diario de Eritrea. Con “este periódico” aprendimos ciudadanía durante años, esa asignatura finalmente demonizada por quienes hoy gobiernan el país con el mismo pulso inalterablemente inmisericorde que parecen compartir los timoneles de El País diario. Y “este periódico”, además, ha seguido siendo uno de los escasos refugios donde era posible combatir las inclemencias de una prensa cada vez más escorada hacia el estribor, el panfleto y la soberbia. Como al resto de la sociedad, también a “este periódico” lo confundió la embriaguez de un tiempo prolongado de bonanza. Su semanal llegó a tener un aire casi permanente de catálogo pijo para ricos recientes. Sus editoriales una corrección de progresismo avergonzado. Sus directivos, un mentón de escualo. Y sus páginas, sobre las que se cimentó un pretendido imperio comunicativo, callaron demasiado a menudo sobre la deriva trilera de un negocio que se olvidó con el tiempo de cuál había sido su origen: un diario nacido sólo seis meses después de que expirase el dictador, sin pasado del que arrepentirse y con una esperanzadora voluntad democrática. Todos podemos cambiar el rumbo de nuestras vidas, el motivo de nuestros afectos, de ideas y hasta, si me apuran, incluso de religión, pero a lo que nunca deberíamos renunciar es al reconocimiento de lo que alguna vez nos hizo mejores: el cariño que sentimos por alguien, la valentía que nos enfrentó a lo injusto, las páginas de los libros que ubicaron nuestras terminaciones nerviosas, los paisajes donde fuimos dichosos, el cine que compartimos, la música que nos alimentó los sueños y también, cómo no, el periódico, nuestro periódico, que llevamos bajo el brazo desde un lejano día de adolescencia hasta estos turbios tiempos en que hasta la gratitud amenaza ruina.

lunes, noviembre 05, 2012

Na Viescona

Cuando pola cazumbre de les viesques
cuerre ya el mercuriu de la seronda,
la lluz del sol esnuda ente´l ramascu
el corazón mesmu de les solombres.