miércoles, junio 20, 2012

Barrio de Cimadevilla

Dada mi sencillez, me abruma lo profuso y lo confuso. Como buen asturiano, me siento liberal. Tengo hambre de vida. Odio la subordinación. Me engaña fácilmente la gente pícara; siento una soterrada y permanente angustia».
Luciano Castañón
 
Asistimos ayer a la presentación del  libro Barrio de Cimadevilla (Ediciones Trea),  de Luciano Castañón, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto. Intervinieron Francisco Álvarez Velasco, su prologuista, y José María Castañón Loché, hijo del escritor.  Se cumplen ahora veinticinco años de la muerte (1987) de Luciano Castañón y cuarenta y cinco de la publicación (1967) de esta obra en la  colección El Bardo, dirigida desde Barcelona por José Batlló.  Luciano Castañón (Gijón, 1926-1987), quien fuera Chano como futbolista profesional del Sporting, Cádiz y Avilés, desarrolló una ingente producción literaria y erudita. Dirigió la Gran Enciclopedia Asturiana y colaboró asiduamente en la prensa, donde ejerció la crítica literaria y artística durante décadas. Investigó sobre abundantes temas asturianos, publicando trabajos muy diversos que abordaron las supersticiones populares, la mitología, el folclore asturiano o el cancionero de la mina. En su ingreso como miembro en 1979 del Instituto de Estudios Asturianos elaboró un curioso estudio sobre la prostitución en Asturias, ejercicio al que Castañón definía como «vida airada». Como autor literario publicó las novelas El viento dobló la esquina (1958), Los días como pájaros (1964, sobre sus años de futbolista), Vivimos de noche (1964, reeditada por El Comercio en 2008), Los huidos (1973, sobre los fugaos al monte tras la guerra civil), Siete cuentos asturianos (1983) y  (1992), además de los poemarios Barrio de Cimadevilla (1967),  De la mina y lo minero (1968) y Poemario asturiano (1979), junto con las piezas teatrales Payasos (1959) y El detenido (1964).

En su introducción, Paco Velasco incluye este Barrio de Cimadevilla dentro de la poesía social. Y como confirmación de ello, transcribe estos versos: Hay poetas que cantan a la luna, /al jilguero y a la flor, / pero que asimismo dicen, o piensan: / «Si otros hombres sufren es como si sufriera yo». Casi una poética que, en efecto, parece afirmarse en el compromiso y en la hermandad con los desfavorecidos, a quienes retrata en un ambiente festivo, laboral o sórdido. Con quienes construye, según Velasco, un retablo donde se suceden “las citas ‘non sanctas’ del tocador de laúd, los sonidos de marejada y olas en reyerta nocturna, la fiesta anual de la Virgen de la Soledad, los movimientos de la red en la faena de cada día, el vegetar de los jubilados, las horas de la rula, los vuelos de las gaviotas, el olor de las «focas» —apodo dirigido a quienes acarreaban la pesca—, el pescado de la rula, el muelle, los niños con el culo al aire, el viejo lobo de mar, el intruso destacamento militar que limita las aventuras infantiles, los nombres de las calles, el encuentro nocturno del borracho que sube la cuesta con el adormilado marinero que la baja y «que va en busca del alba y la sardina», las remendadoras de redes, la llegada de tiempo en tiempo de las barcas con el seno «pleno, fúlgido de coletazos», la madre que duerme a la niña con una nana (Duérmete nena / de Cimavilla; tu padre boga / al son de quilla), la reparación de una vieja y arruinada barca que merece una oda nerudiana, las viejas sentadas junto a la Colegiata, la taberna, el encuentro del marinero de Maupassant con «Bola de sebo»…”. Uno añadiría que a veces le encuentra a la pluma de Castañón trazos solanescos, un expresionismo crudo bajo el que no se puede ocultar la ternura de un tipo al que nunca parece serle ajena la desdicha de los otros.

MUELLE
El corazón sobre los hombros
por la tristeza de las adensadas nubes
y el monótono entrechocar de hierros;
por la alta pesadumbre en el todo muelle
en el cargador,
en el marinero,
y tanta en mí;
en el cielo y en el suelo.
Tú, muelle,
muelle solo y mañanero,
iza bandera, hiéndeme tu arpón,
aviva la politonía
de tus panzudos barcos:
negro mortuorio, blanco
sucio, rojo de macelo,
casi verde en el fondo.
Muelle,
agua puerca de turbia gelatina
en sucísimo balanceo;
gaviotas sombras deslizándose
—carroña en los picos curvos
y alas escoradas geometrizando el aire —;
olor a pinos,
a carbón,
podrido olor;
sabor a red salada,
a grúa;
olor con sabor;
gustoso asco podrido.

martes, junio 19, 2012

Del miedo

Está uno estos días disfrutando con esa pequeña maravilla publicada por Acantilado que lleva por título Historia menor de Grecia, de cuyo autor, Pedro Olalla, también se leen sus ocasionales entradas en la bitácora Desde Grecia. La última, El triunfo del miedo, es una cruda crónica de las recientes elecciones de ese país (ya también su país): "El miedo se vio canalizado hacia el electorado en una operación de guerra psicológica de proporciones orwellianas: la amenaza de abandonar el euro, de ser expulsados del espacio Schengen, de ser apartados de Europa, de caer en la bancarrota absoluta, de ser atacados por Turquía, de quedarse sin alimentos ni medicinas, de volver irremediablemente a las cavernas." No sería mala cosa, completar la lectura de ese post con lo que nos recordaba, a su vez, Nacho Escolar a propósito de los vencedores griegos: "Gana la derecha en Grecia, la misma derecha que engañó a Europa y manipuló las cuentas públicas con la bien pagada ayuda de Goldman Sachs. Gana el candidato de Angela Merkel y Alemania al fin es generosa: ya no hará falta sacar a Grecia de la moneda única y habrá concesiones en el plan de rescate, ese mismo plan de rescate que hace unos días era pecado mortal tocar. Gana Andonis Samarás, el coherente político que en 2010 votó en contra del plan de rescate y ahora presenta ese rescate como la única alternativa al caos." 

jueves, junio 14, 2012

Las risas de los críos

El mismo barro cocido bajo nuestros pies. La espuela del sol sobre las ijadas del agua azul. El cielo de los veranos. La hierba fresca a la sombra de las palmeras. Si cierro los ojos, distingo el acorde de un surtidor, el chapoteo de los bañistas, las risas de los niños. Todo igual durante años a esta altura de las estaciones. Todo igual y todo distinto. Porque esas risas son ahora de los niños de otros.

Memento mori

Nunca más te rías como las hienas: ufanamente jocoso de la desdicha o el aspecto de los infelices. Que no se cebe jamás tu sarcasmo con las mellas de sus semblantes, con sus maneras vulgares o sus dispares galas, con sus voces cuando tropiezan asustadas por la responsabilidad o por el miedo, con su precipitación y sus torpes caídas, con esas desventuras que tan reiteradamente los acechan, torciéndoles el camino, la suerte, la salud o la vida.  Guárdate de la ironía con los humildes, con el error, la diferencia, con el infortunio  o el entusiasmo que tu soberbia da por estéril.  Te lo dice el esclavo de un césar que recorre las calles de Roma el día de su coronación. Un  esclavo acuclillado en la cuadriga de su amo. Un esclavo escondido de los vítores que le guarda el laurel al emperador al tiempo que le recuerda su condición humana y su existencia mortal.

martes, junio 12, 2012

De ciertos entusiasmos

En un reciente libro de aforismos de Pessoa, antologados por García Martín, se puede leer que “el entusiasmo es una grosería”.  Y no hay duda del aserto, al menos cuando uno ve a su presidente aforofado en un estadio de fútbol  horas después de declararnos en ruina asistida.

lunes, junio 11, 2012

El arbotante

Recuerdan en un espacio radiofónico cuándo y por qué nació el gótico. Hasta esa irrupción en la Francia del siglo XII, el culto era sombrío. Los templos lugares oscuros. A iniciativa del abad Suger de Saint Denis, se construyó entonces una catedral de luz. La esperanza siempre es un rayo de sol colándose por una ventana. Se planeó entonces un edificio ligero, con vidrieras y rosetones. Un espacio amplio, respirable y donde la mirada del cielo atravesase las paredes por grandes resquicios, llenándolo todo de un aire ligero y respirable. Para sujetar aquella arquitectura desconocidamente elevada se idearon los arbotantes. En realidad, los arbotantes no sostenían sólo las catedrales, sino que, sobre todo, llevaban, un poco al modo como lo hicieron con el agua los acueductos romanos, un caudal inagotable de luz a donde sólo había una espesa y triste umbría.
Después de un fin de semana en que, más que las razones o consecuencias de la inyección financiera europea a nuestra banca, se ha discutido sobre cómo denominar a esa recapitalización —en una palmaria muestra de hasta qué punto está atrincherado todo el entorno (formaciones políticas y medios de comunicación)—, uno ve en esa solución arquitectónica del gótico una analogía de cómo se ha obrado también con las cuenta. Ese andamio europeo que permite la entrada de algo de luz dentro de nuestro lóbrego solar bancario tiene mucho de arbotante. Les permite  un sostén exterior a nuestros febles muros patrios. Llámese por tanto si se quiere arbotante financiero —término arriba o abajo poco importa— a lo que nos ha devuelto, al menos de momento, aire y horizonte, pero nadie se olvide de que los sillares de este apoyo llevarán, como entonces, la firma de los canteros, que mientras se levantaban los edificios del medievo vivían a la vera de sus obras, montando allí los talleres desde donde no sólo gestaban la fábrica, sino que vigilaban de cerca su verticalidad.

martes, junio 05, 2012

Cardinales

1
Tengo bastante desatendidos estos diarios.  Cuando vuelvo a ellos, me cuesta dar con el tono. Al pasar los días sin tocarlos, se parecen a un instrumento que precisa afinación. Debe primero encontrarse el sonido no distorsionado, el acorde correcto, la armonía que nos devuelva la música de otras veces. Y no es fácil. Un poco como cuando dejamos de ser felices, o de amar. Hay prácticas que para nuestro bien necesitan de constancia.
2
Buen libro el Diario de invierno de Auster. No parece el dietario de un escritor. No se recrea en las glorias, amistades y fastos de la farándula de los escrivas. Se hunde  más bien en la miseria de la enfermedad, de las relaciones familiares, de los lugares angostos donde se residió con apuros. Lo explica bien el autor en una entrevista: “Es un libro sobre mi vida física, sobre el proceso de crecer y envejecer, sobre mi vida interior. Por eso no hay referencias profesionales, ni siquiera hay referencias a amigos, poetas o escritores. Traté de introducir esas cosas pero no funcionaba. Hay una coherencia entre lo que hay dentro y lo que he dejado fuera. Nuestra vida física empieza en el interior de nuestra madre, por eso hablo bastante de ella. Hay un recorrido a través de las casas en las que he vivido, porque alojan nuestro cuerpo y hay referencias a todas esas cosas que hacen sentir que nos transformamos físicamente”.
3
He descubierto en la habitación de mi hijo un llavero con la bandera cubana y el famoso retrato que Korda le hizo al Ché. El hallazgo me dejó más satisfecho que preocupado, lo que una vez repensado me dejó más preocupado que satisfecho.


4
Volvió de sus vacaciones una compañera . ¿Qué contó de Lisboa sobre cualquier otra cosa? El tiempo que hacía y lo que allí comió. Será, quizás, que para esos asuntos la audiencia siempre es receptiva. Harina de otro costal hubiera sido, si fuera que de ello trajese acopio, que la viajera narrara las impresiones de la luz última de los días sobre las colinas lisboetas o que diera noticia de qué le pesa al observador en el alma traqueteada por los viejos raíles del tranvía o henchida de vino verde en una terraza que mira al Tajo. Decía Savater que para llorar se debe uno esconder en un rincón donde nadie le vea, pero para reír se necesitan cómplices. Con la memoria de los viajes pasa algo parecido: para lo que en ellos fue inaprensible riqueza interior —dicha o espanto— es bueno el recato de la reflexión o el apunte manuscrito. Lo que tuvieron de fiesta, de postal, de sol, mantel y copa, más propio parece, en cambio, para compartirse en charla distendida.

5
Tertulia cazada al vuelo. Un economista —que se define como liberal, por más señas— defendía el rescate económico de España. ¿Argumentos? La troika que gobernase entonces (BCE, Comisión Europea y FMI) tomaría la “sabia” decisión de cargarse la organización territorial de España. Vamos, que el sagaz tertuliano liberal, sin que nadie contradijera su prurito rescatador (lo que nos pone en la pista de que los demás contertulios compartían su criterio), defendía, nada más y nada menos, que un golpe contra la soberanía y la constitución a cargo de un triunvirato no de Bruselas, sino de Pavía.

6
Caxigalin(e)a: Era mucho más que goloso, era incluso guloso.