lunes, abril 28, 2014

Lirios


Tomé esta foto al amanecer del domingo. Entrando por los ventanales una luz algo sucia en las primeras horas. Los lirios posaron con la elegante apariencia de quienes, a pesar de haber trasnochado, conservan una lozanía enjuta. Ni el humo del tabaco, ni las luces largas de la sobremesa les hicieron mella. Enraizados en el agua como una pequeña bonanza mediterránea, uno espera que aún den fe durante algunos días de esta primavera esquiva.

jueves, abril 24, 2014

Cinco lecturas recomendables

No se tiene a menudo el buen ojo o la fortuna de acertar con cinco lecturas, una detrás de otra, de tanta calidad como las últimas a las que uno les ha hincado el diente. Ayer las relacionaba en mi facebook con ocasión del día del libro, y apuntaba para cada una pincelada orientativa sobre por qué me han resultado tan placenteras.

Se trata de Niños en el tiempo, donde Ricardo Menéndez Salmón vuelve a brillar con la precisión de su prosa más pulida. Una novela de la que ya se ha dicho casi todo, y de la que, particularmente, me sobrecogió su primera parte “La herida”, para la que, a mi juicio, se escriben las siguientes (“Cicatriz” y “Piel”), en una suerte de conjuro que revela el poder consolador de la escritura.
En Canadá, Richard Ford relata el tránsito hacia la madurez, que adopta en las páginas de su narración una apariencia fronteriza: el paso hacia otro país, hacia un paisaje inhóspito donde abruma la desolación de un adolescente desprotegido de casi todo afecto.
Dos olas, el título de la segunda novela de Daniel Pelegrín es la pequeña medida con que se nombra una pleamar de oficio e inspiración, una urdimbre de registros lingüísticos diferentes, de tiempos distantes, en la que no rechina nunca su engranaje gracias a un estilo cuidado, que no está lejos de una máxima expresada en sus páginas: “en la medida y oportunidad se halla toda sabiduría”.
La hondonada es la más reciente novela de Jhumpa Lahiri y aun no siendo la mejor Lahiri, es Lahiri y eso es, para sus lectores —y uno se cuenta entre los más fieles— no es poca cosa. Se lee, como todo lo suyo, con facilidad pasmosa pese a la distancia cultural y geográfica de la que hablan sus narraciones (la India y los bengalíes emigrados a Estados Unidos han protagonizado hasta ahora sus relatos y novelas). La presente arranca de la situación sociopolítica de la India poscolonial, del movimiento naxalita y de cómo esa insurrección separa a los hermanos Subhash y Udayan, cómo condiciona la biografía de la saga familiar de la que forman parte y a la que se le da continuidad ya en Rodhe Island, en el desarraigo de la Calcuta natal. 
El diario Trasatlántico, de Miguel Rodríguez Muñoz, está escrito con la misma cadencia, sencillez y pericia con que transcurre la navegación ambientada en sus páginas, un crucero sin más pretensión de aventura que la observación de un pasaje tan anodino, y por ello tan subyugante, como pudiera serlo el tráfico de gentes bajo una ventana de ciudad, una riada de rostros grises en los que, muy de vez en cuando, se distingue el espejismo de una bailarina ucraniana.


lunes, abril 21, 2014

Una suerte de edén


El edén es una palabra que tiene aguja como algunos vinos. Su sola pronunciación nos sube a la cabeza una nube de alegría. El edén en compañía nos procura, además, una embriaguez de taberna o de alcoba, de risas compartidas o de amores sudorosos. El edén siempre nos fija a la tierra. A la carne deseada, al compadreo cómplice, al jardín colmado. El edén secreto al que llegamos días atrás después de que tuviéramos la dicha de la llave ofrecida nos pareció un espejismo de día festivo. Eso creímos, al menos, durante las horas gozosas que duró. Pero algunas fotografías memoriosas dan fe de que fue real. Qué suerte la nuestra.

Santesteba


Antes de que las puertas de esta aldea se cerraran para siempre, de que la mala hierba prendiera de escaleras, muros y recuerdos, en los riscos próximos que se asoman al río como las ventanas de Dios al mundo ínfimo de los hombres, una turba comedida de buitres volaba los quebrados, el bosque y hasta las nubes bajas de los días tristes. Cuando se trazó la carretera, cuando finalmente se hizo real con asfalto, arcenes, carriles delimitados por pintura fluorescente y señales de curvas peligrosas, las rapaces volaron lejos y la gente del pueblo subió con sus maletas a los autobuses que, como el río, llevaban, cauce abajo, hasta el oleaje ruidoso de la ciudad. La envergadura negra de los buitres se fue convirtiendo entonces ya sólo en una sombra esparcida a ras de suelo, entre las calles abandonadas de Santesteba, como una simiente de olvido.

lunes, abril 14, 2014

Sillón mirador

Este sillón se ha ido volviendo con los años tan cómodo como desvencijado. Tiene la forma exacta de la espalda y unos ojos igual de largos que las linternas costeras de un faro. Creo, además, que el alma se le parece, trenzada con sus mismos mimbres y apoyada, como él, en el árbol de la vida, comparten una vocación recóndita, la de las sombras apostadas en lo más alto de las forestas, invisibles a los ojos de un mundo que, sin embargo, abarcan en paisaje suficiente como para saber a tiempo del curso de las estaciones y como para apurar todos y cada uno de los días igual que viajeros perezosos en la proa de un trasatlántico.

miércoles, abril 09, 2014

Amaneciendo en Lluces





El viajero de Úrculo


    Posó la mirada en la arena
    como un viajero de Úrculo
    que abominara ya de cualquier prisa
    y de toda nostalgia.
    Como un hombre en paz con los años
    que ya sólo aspirase
    a acompasar sus pasos
    con el pulso dócil de las bonanzas.

                                       JCD

jueves, abril 03, 2014

Perlora


Una ciudad de vacaciones en ruinas. Sus casas, apuntaladas. Sus calles, tomadas por la maleza. El camino que desciende a sus playas, de nuevo agreste. Y la primavera otorgándole a todo un aire de esperanza que la razón da por escasamente cierto. Justo en este prado donde crecen las caléndulas de la fotografía, corrimos de niños bajo la confiada mirada de nuestros padres.  Llegábamos aquí en el ferrocarril de vía estrecha.  Volando por encima de los acantilados. El día era un sol y un océano. La mala hierba que hoy lo toma todo, nunca alcanzará aquella memoria, pero su nostalgia apaga el color de esta desolación presente.

martes, abril 01, 2014

PrimaNera


Odo la primavera nei rami neri indolenziti...
                                                                                 Giuseppe Ungaretti