jueves, abril 03, 2014

Perlora


Una ciudad de vacaciones en ruinas. Sus casas, apuntaladas. Sus calles, tomadas por la maleza. El camino que desciende a sus playas, de nuevo agreste. Y la primavera otorgándole a todo un aire de esperanza que la razón da por escasamente cierto. Justo en este prado donde crecen las caléndulas de la fotografía, corrimos de niños bajo la confiada mirada de nuestros padres.  Llegábamos aquí en el ferrocarril de vía estrecha.  Volando por encima de los acantilados. El día era un sol y un océano. La mala hierba que hoy lo toma todo, nunca alcanzará aquella memoria, pero su nostalgia apaga el color de esta desolación presente.

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